Él me mira. Yo
le devuelvo la mirada.
Solo falta el
sonido de los violines. O alguna canción empalagosa, tocada al piano por Richard
Clayderman.
La nuestra
hubiera sido una historia de amor perfecta. Salvo que él es un pez que da
vueltas sin cesar en el interior de su pecera redonda como el mundo, y yo, una
humana melancólica y solitaria desde dos días atrás.
El viernes
anterior, Marcos y yo salimos a cenar en plena noche de temporal. Pero... ¿qué
podían hacer los elementos ante una pasión como la nuestra, ante la necesidad
de estar juntos después de casi una semana entera sin vernos? Reímos al
sentarnos en nuestro restaurante habitual, que parecía haber abierto solo para
nosotros. Compartimos bocaditos de vieras al horno sin dejar de mirarnos a los ojos, con mayor intensidad que la del pez
y yo, nos rozamos las manos y nos relamimos de placer porque anticipaban el
momento sublime de la desnudez de los cuerpos.
Todo se fue al
traste poco después. Cuando él quiso dar la vuelta al coche en medio de un
barrizal, en contra de mi opinión, y se quedó atascado, sin poder salir ni para
adelante ni para atrás. Me enfadé. Tal vez otro día me lo hubiera tomado con
humor. Pero no ese. Estaba cansada del trabajo, de la situación en la que vivíamos,
sin tomar una decisión acerca de una convivencia compartida. Y lo estaba aún
más de la autosuficiencia de Marcos sin hacer caso jamás de mis opiniones. Y lo
estaba más todavía de que nos hubiéramos quedado embarrancados en mitad de la
nada, mientras el agua caía inmisericorde sobre nuestras cabezas y el viento
soplaba duro y firme obligando a los eucaliptos a retorcerse e inclinarse amenazadores,
con ese chillido infernal de la madera que ponía los pelos de punta.
Noté la furia
de Marcos. No es de los que se perdonan con facilidad un error de cálculo. Ha
nacido para triunfar. Es un competidor nato.
Quise pasar
por encima de mi enfado y decir algo ingenioso para quitar hierro al asunto. Me
interrumpió antes de poder abrir la boca.
—No digas nada
–gritó amenazador—. Ya sé que para ti nunca hago nada bien. Tú compañero Jorge,
ese con el que tomas café a todas horas, lo hubiera hecho mejor, ¿verdad?
Me quedé
atónita ante semejante explosión. Marcos es uno de esos hombres de empresa que
convierten en oro todo lo que tocan. Un hombre conocido y respetado, con un
pánico cerval a las relaciones permanentes. Jorge, mi pobre Jorge, es un amigo entrañable,
un compañero de trabajo. Es el que me resuelve los problemas de ordenador y a
quién yo cubro cada vez que llega tarde. O sea, casi a diario. No hay nada entre
nosotros más allá de ese famoso café, ni jamás lo ha habido.
Me mantuve en
silencio. Mi postura rígida hablaba por sí sola.
Nuestro amor,
ese que imaginaba eterno, acabó con la llegada de la grúa.
En este tiempo
no he recibido ni una sola llamada. Los ratos que estoy en casa me siento ante
el teléfono, sin atreverme a ir ni siquiera al cuarto de baño, por si suena y
no lo oigo. Compruebo el móvil dieciochomilvecesaldía.
Me he jurado a mí misma que esta vez, será él quien llame. Yo no pienso
hacerlo.
El pez no
aparta de mí sus ojos saltones. Abre y cierra su boquita de piñón, mientras
sus branquias palpitan. Ahora casi no me atrevo ni a mirarlo. Me pregunto si me
tiene pena. Si le parezco una de esas lastimosas mujeres siempre a la espera de
un hombre. ¿Cómo le explico que Marcos no es uno cualquiera, sino el mío
propio, el ser al que amo con toda la fuerza de mi corazón, el único que el
destino ha dispuesto para mí? Pero… ¿cómo hacérselo entender? ¿Acaso sabe un
pez, que solo da vueltas en un espacio tan reducido, qué es el destino?
Suena el
timbre. No quiero abrir la puerta. Sé que no es él. Marcos tiene llave.
Apago la luz
de la mesa pequeña de la sala. Me echo
en el sofá. Me tapo los ojos con los brazos. Tampoco quiero ver el resquicio de
luz que entra por el ventanal.
De nuevo el
sonido estridente del timbre, repetitivo, agobiante.
Suelto por lo
bajo la peor palabrota que conozco. El soniquete me está interrumpiendo el regodeo
en mi dolor.
Me levanto.
Abro. Ante mí está un Marcos avergonzado, mostrando toda la debilidad que
guardan los poderosos en su interior.
—Soy un
imbécil, ¿verdad?
—Pues sí
—respondo seria, sin concesiones.
No le digo que
es un imbécil al que amo, pese a todas sus tonterías.
—Creo que me
entró un ataque de pánico por si te pasaba algo malo… aquello estaba muy
solitario. Y de celos... —confiesa al fin lo que yo sospechaba.
Enarco la
ceja.
—Es que solo
hablas de Jorge, a todas horas…
Veo en su
interior. Vulnerabilidad sería el término adecuado. Quien lo diría. Me apiado
de él.
—Entra, anda.
—Si entro, me
quedo. Estoy harto de verte cada cinco días.
—Creí que no
querías compromisos.
Se echa a reír
a carcajadas. Me coge en brazos, me hace girar como si yo fuera Anna Pávlova en
El lago de los cisnes, me come a
besos, y yo le permito que lo haga.
—He cambiado
de opinión, como bien puedes ver.
Miro hacia
abajo por encima de su hombro. Ocluyendo la entrada está una enorme maleta, su cartera
de piel, y el ordenador. En mis oídos suenan trompetas y timbales.
Precioso, precioso, precioso. Eso sí, cuando se quedan atascados me han recordado más bien a una de esas parejas "felizmente" casadas desde hace años, jajaja. Por lo menos al final Marcos se redime. Buen día.
ResponderEliminar^_^ Así es el amor, tal como lo has descrito, Lydia, "un enfant de bohême""...
ResponderEliminarMe ha encantado el relato, señora escritora, es como un soplo de aire limpio y fresco.
Saludos.
Muchas gracias!!! Así lo veo yo también, como "un enfant"
EliminarAinsss.....precioso.....
ResponderEliminarMuchas gracias
saludos
¡Qué ternura dan los duros con interior tierno! Me encanta la historia, Lydia. Un beso.
ResponderEliminarPues sí, caramelitos puros
EliminarQué bonito leer siempre un final feliz.
ResponderEliminarCuando suena música celestial desde el interior de uno mismo, no hay mejor sensación.
Una agradable lectura, cortita, para un domingo.
Saludos.
Muchas gracias a las dos. Nosotros fuimos los que embarrancamos el viernes. El coche se quedó "clavaíto" en la hierba, jajajaja
ResponderEliminar¡Qué bonito! Me ha encantado ^_^
ResponderEliminarBiquiños!
Me alegro!!!
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